El Quinqué

 

La noche comienza. El virgen papel esperando ser escrito. El viento corriendo libre y silbante por el oscuro bosque. La llovizna hace su entrada jugando con el cristal de la ventana. La chimenea encendida y yo sentada, viendo como la bailarina llama del quinqué danza traviesa dentro del vidrio. La mente se abre, recuerda y la mano escribe sobre el pasado. 


Tal vez era una noche gélida como ésta. Las familias ya estaban en casa esperando a meterse en las camas para descansar sus doloridos huesos tras una larga y fría jornada de trabajo. Aquí todos trabajaban, cada cual su labor clasificados por su fuerza y edad. Los más jóvenes se encargaban de los animales, sacándolos a pastar en su tiempo y acomodándolos al regreso dentro del corral. Los más adultos, fuertes leñadores, intercambiaban tiempos para dedicarlos a la pesca, la tala de árboles, la caza... También se debía reparar lo que se rompía o se hacían nuevos utensilios para trabajar si era preciso.


Nada se clasificaba por sexo, cocinar o cazar, ordeñar o pescar.... Todo era realizado por todos en algún momento, sin riñas, sin órdenes, todos al son del deber familiar, por y para todos, en una sintonía inigualable.


Muchas otras familias los envidiaban. Sus tercas cabezas no podían imaginar cómo era posible que les fuese tan bien en todo y fueran tan adelantados en cada uno de los trabajos que realizaban ni en tener almacenada más pronto que nadie la suficiente comida para pasar el gélido invierno y nunca se sentían escasos de ella, inclusive, ayudaban a vecinos que se vieron en aprietos por no lograr la comida necesaria.


Su bondad no tenía nivel ni el número de envidiosos tampoco. Primero eran murmullos, chismes, bulos, pero después eran graves acusaciones contra todos los miembros de la familia. Los envidiosos ya no recordaban las veces que les habían ayudado, tan sólo deseaban ser como ellos y al no conseguirlo, se cegaron de odio y deseaban destruirlos.


Denuncios por incesto, brujería... el número de denuncias aumentaba cada semana. Los vecinos no querían que calleran sobre ellos esas falsas denuncias y en vez de pararlas y decir que todo era inculcado por una familia, decidieron sumarse a tal atropello.


Las denuncias llegaron a la justicia del lugar. Sólo era el nombre que recibía porque justicia no fueron nunca. Tomaron las denuncias por entretenimiento. No investigaron. Nada más señalaron a todos de culpables. No querían inocentes. Sus manos ya se flotaban con la abundancia de los pobres condenados. Tierra, joyas simples, pero joyas al fin al cabo, animales de corral, de labranza, de caza, herramientas, la casa y todas las pertenencias que había en ella.... Todo gratis a repartir entre los sinvergüenzas ávaros de todo aquello.


No tardó el juicio ni el dictamen : ¡¡ MUERTE !! Muerte para cada uno de los miembros de la familia. Todos eran culpables, sino por incesto pues por ser nacido de él, sino por brujería pues tal vez por ser aprendiz sino practicante y sino pues no importaba. No tuvieron defensa ni fueron escuchados, tan sólo asesinados. Todos y cada uno de ellos, ahorcados junto al claro del bosque. Pino tras pino, soga tras soga, todos murieron. Su consuelo, morir juntos. Pero no todo acaba cuando se cree que es el final. Esta familia tenía familiares que nunca vivieron allí y de los que nadie sabía de su existencia y el final de algo se convirtió en el comienzo de otro algo no esperado, pero muy merecido: VENGANZA.

EME82

2 comentarios

  1. Bello escrito fea me alegra leer te de nuevo sigue así siempre para adelante un abrazo a la distancia

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    1. Muchas gracias por tu gran apoyo. Un fuerte abrazo. Cuídate.

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Catrina

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