4. Oscuridad

De regreso al hogar antes del anochecer, a paso tranquilo, llenando los pulmones con ese delicado y único olor de tierra mojada. La paz en el ambiente es tremenda. Las aves diurnas buscan donde dormir y las nocturnas se van despertando. La caza empezará en breve.



La brisa tras la tormenta es gélida. La bella luna nos acompañará en esta noche. El silencio es gradual y la oscuridad tan sólo perceptible en algunos lugares por ojos diurnos. No todos vemos lo mismo ni de la misma intensidad. Cada cual ve y siente un mundo diferente al resto aunque no se crea.



Las copas de los altos y centenarios árboles están repletas de almas inocentes y cantarinas. Temerosas al caer cada noche porque puede que hayan vivido su último día. Puede ya hayan cantado su último canto o puede tan sólo hayan entonado el primero de otros miles que llegarán hasta el último latir de sus cortas vidas. No es cuestión de suerte, pues la suerte, ¿ Qué es en realidad ? Tan sólo nada real. Morir o no, no depende de ella, tan sólo el momento, el tiempo, las circunstancias.... Tantos simples detalles que se convierten en algo definitivo. Morir no es el final, tan sólo su cuerpo será ahora el alimento del hambriento y con ello, un instante más de vida para el depredador. Un instante más, nada más, porque de nuevo el ciclo se renueva, el depredador se vuelve presa y la vida, muerte, la muerte vida y ….. EL CICLO SE RENUEVA.



Leche caliente en la taza. Manos temblorosas y cuerpo cansado que no apartan la mirada de la ventana del hogar. Miles de pensamientos se remolinan en la cabeza. Torbellino de tiempos y momentos pasados. Instantes que pasaron o pudieron pasar, pasado, tan sólo pasado. Y la noche se vuele más gélida y el cuerpo más cansado.



Unas horas escribiendo salen rápidamente y sin ser consciente de las agujas del viejo reloj. El silencio de nuevo se pone a susurrar viejas historias de mi oscuro bosque. Hasta el respirar profundo te lleva a ellas como una pequeña tomada de la mano y llevada por un estrecho sendero montañoso. La mente vuela y la tinta de nuevo trascribe el pasado.



Tras el lago, siguiendo el sendero, hay un puente colgante. Las vistas son hermosas, únicas. Oscuros recuerdos se guardan allí. Miles de lágrimas lavaron las antiguas maderas del puente y el dolor lo impregna todo. Es algo indescriptible. Para sentirlo hay que estar presente allí.



Dicen que ella lloraba allí cada día esperando a su amado que marchó para jamás regresar. La guerra lo mata todo y a ellos también. Su corazón se rompió el día que él partió y murió sin ella saberlo, sin nadie saberlo ni siquiera sin saberlo él. Su último beso, fue marcado al rojo vivo dentro de ellos y en ese instante, con sus almas unidas por el amor eterno que se tienen, sus corazones murieron de dolor.



No fue una bala ni otra arma quién a él mató, sino la distancia que los separó. Poco a poco se fue consumiendo de dolor y su cuerpo no resistió ver otro amanecer. Su último pensamiento fue dedicado a ella y sus últimas palabras, la promesa de un reencuentro en el más allá o en su nueva existencia terrenal.



El cuerpo de ella sí resistió un poco más, pero su mente se quedó en ese maldito día y su despedida. Los días pasaban y ni cuenta se daba, se quedó congelada en ese instante, verlo alejarse se convirtió en su tortura, lo sentía morir y de dolor murió al sentir que jamás lo besaría, sabía que su regreso no llegaría. Todo acabó allí, en el puente, donde al atardecer leyó esas letras notificando el fatal desenlace del soldado valiente que acudió al llamado de esa estúpida guerra. Su corazón se paró y quedó tumbada. El puente su lecho, la carta abrazada como si de su amor se tratara y su alma marchó al reencuentro prometido.... 

EME82

 

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Catrina

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