La tormenta

  

    La fuerte tormenta no cesa. Crece por momentos haciéndose más violenta. Arrasa todo a su paso. Se escucha el crujir continuo en la arbolea del bosque. Los animales callan. Es tan grande su silencio que parece un bosque deshabitado y muerto. Los árboles son retorcidos como si fueran masa. Arqueados con una facilidad increíble.


   Oscurece y el viento va in crescendo, no tan sólo su sonido sino también su ira, su destrozo, su transformación del entorno. Nada lo para porque nada ni nadie puede contra la fuerza de Natura. Ella toda gracia, fuerza y poder, por y para ella, guste, disguste o te regale la muerte como te entregó la vida.


   Cuanta más oscuridad, peor. Ramas en el suelo, ramas en el aire, ramas que se estrellan contra los árboles, contra el río, contra las rocas, contra todo, inclusive la cabaña. La débil cabaña que hoy parece de papel. 


   Hoy no huele a leña encendida en el hogar ni se escucha el chispoteo de las ascuas. El fuego está apagado. El viento hizo su presencia chimenea abajo llenando todo de oscura ceniza. Olor a humo asfixiante. La soledad está muy presente. Los minutos pasan y tan sólo resta esperar. 


   El quinqué de aceite está prendido. Diminutas cenizas juegan en el aire. Delicadas, traviesas. Excelentes bailarinas que me entretienen con su danzar junto al embriagante olor a aceite procedente del quinqué. Exquisita estampa. Nada parece estar sucediendo unos metros más allá de las paredes de madera, de los cristales mojados y sucios por barro y hojas que el aire de la tormenta arrastró hasta allí. Pero tan sólo es una dulce distracción, pues nada se retuvo sino que aumentó. 


   ¿ Cuando cesará ? Qué importa. Ramas rotas, árboles destrozados, animales sin hogar o tal vez ni lo precisen porque muchos estarán muertos en este preciso instante. ¿ Cómo habrá cambiado el paisaje ?  Tampoco importa. ¿ A quién importa ? Más nadie valora el lugar ni sus pertenencias. Aquí no hay riquezas que se puedan extraer para hacerse millonario. Oscuridad y vida salvaje es lo que hay. La verdadera riqueza nunca valorada.


   El amanecer se acerca. La lluvia cesa con los rayos del sol que se hacen presentes. De igual forma, el viento se vuelve brisa. Los árboles muertos están en el suelo. El paisaje se transformó bestialmente. Nada es reconocible. Todo parece destruido. Parece. Tan sólo lo parece. Los árboles muertos darán lugar para que crezcan árboles nuevos. Su leña servirá para encender la chimenea, también se convertirá en el nuevo hogar de roedores, insectos y demás animalillos. Cuando se vaya consumiendo, se volverá alimento para la nueva vida que viene en camino por segundos, pues nada se destruyó, sólo se transformó y lo que parece muerte, será parte de la nueva vida y Natura comenzará otro ciclo, dormirá, despertará, creará y modelará, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...


   Las cenizas volverán a danzar para mí mientras huelo el aroma del aceite del quinqué y me alejo de la ira de la tormenta por unos dulces segundos de paz para de nuevo regresar a la realidad.


EME82
 

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Catrina

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